El tiempo resulta ser la medida del cambio, de lo bueno, lo malo y de lo que te hace un héroe o un villano, aquí, en la Fórmula 1.
En el deporte el tiempo lo es todo: desde una medida de duración hasta una de habilidad, donde a veces tomarse la mayor cantidad te premia y otras veces te castiga; y en la Fórmula 1 gana quien menos gaste (algo bastante contradictorio si en vez de tiempo hablamos de dinero). No obstante, esto también puede variar aquí. Dentro de la regla de oro “el más veloz gana”, hay muchas situaciones donde, según el ángulo, una milésima más o una milésima menos le dan vida a la categoría o bien se la quitan.
Al final de este relato, espero cada uno se cuestione, así como lo hice yo al escribirlo, que el tiempo es paradójico y no valora la perfección del automovilismo como se debe. Por eso, algo que vivimos hoy no se aprecia lo suficiente hasta que cinco (5) o diez (10) años en el futuro lo volvemos a ver para decir: “vaya tiempos eran aquellos”.
El tiempo pasado no fue mejor, fue exactamente el mismo
Tuvieron que pasar 7 años, 8 meses y 26 días para que el imbatible Mercedes que lo ganó todo desde 2014, viera su dolorosa caída en el tan recordado Gran Premio de Abu Dabi de 2021. Para los fanáticos del equipo alemán vivir esta época tuvo que ser un placer inacabable, pues las pocas veces que algún otro equipo medio se asomaba, Lewis Hamilton sacaba sus garras para destruirlo mientras seguía marcando una era que no veía fecha de caducidad.
Sin embargo, el primer campanazo que tuvo este reloj llegó aquel 5 de diciembre del mismo año, donde tras terminar el GP de Arabia Saudita (polémico, además) el mundial llegó empatado a puntos entre el británico y un joven neerlandés cuyo reloj solamente contaba las milésimas. ¿Cuáles? Las que le quedaban para subir al Olimpo y destronar a “dios”; uno que, por 2.828 días, se echó el tiempo al bolsillo sin nadie más que lo midiera.
Ahora bien, el tiempo no es autoproclamable, es decir, ninguna persona puede tomarlo por sí misma y hacer con él lo que se le plazca. El tiempo es del conjunto y es del conjunto decidir a quien dárselo. De esta forma, Max Verstappen se alzó como el nuevo rey, augurando el inicio de una era y nuevas batallas por venir. No obstante, lo que muchos no se esperaron es que, al igual que en 2014, se repitió la historia y como si se tratara de milésimas, las batallas del neerlandés resultaron ser las mismas que en eras pasadas. Es así como, tranquilamente, ‘Cronos’ regresó a su trono; uno que realmente nunca abandonó.
Cada piloto es un guerrero que dedica su vida a un solo objetivo, encontrar la gloria. El proceso es el que más aclaman los fanáticos, ver a alguien nuevo cumplir su sueño y poner su nombre en el panorama es algo que encanta tanto a sus seguidores como a quienes disfrutan del deporte. Lastimosamente, una vez la gloria se vuelve una ley tan restrictiva que nadie más la puede tocar, en cuestión de milésimas gran parte de quienes en su momento apoyaron al guerrero no ven la hora de que el siguiente en la fila aparezca para continuar con este ciclo sin final.
Eso sí, no necesariamente un piloto tiene una sola ventana para ser nuevamente proclamado el monarca de la Fórmula 1. Así como pasó con Hamilton, quien ganó hasta el cansancio hasta 2021 para ser reemplazado por Verstappen, pero ahora en 2024 luego de algunos años sufriendo de un mal monoplaza, logró dos victorias bastante celebradas por la mayoría. Es simplemente paradójico.
La infamia de las milésimas
Dice la frase: “la historia la escriben los ganadores”. Ahora, yo me atrevo a agregarle: “y son los perdedores quienes la padecen”. No es necesario aplicar dos conceptos tan calificativos como los anteriores, pero por aquí es donde quiero llevar el argumento.
No se suele destacar muy positivamente (más allá de medias verdades) aquellas carreras donde el equipo ganador arrasó con sus rivales marcando un doblete con más de 10 segundos de diferencia. Esto solo pasa cuando el equipo lo logra de forma inesperada o cuando, al inicio de la temporada, esto se entiende como una declaración de intenciones contra el vigente campeón. Cuando ocurre con el equipo dominante y ya es una constante en varias carreras, incluso los mismos fanáticos del equipo se pegan a las medias verdades porque en el fondo ‘Cronos’ dicta que hay formas mucho mejores de experimentar el tiempo.
La clasificación del Gran Premio de Mónaco nos enseñó como las milésimas dan vida, pero también la quitan. En 2023 era Fernando Alonso quien se atrevió a desafiar al tiempo llevando al límite su conducción en lo que él sabía podía ser su única chance de victoria ese año. No obstante, Verstappen, tras un flojo inicio de vuelta, dio el golpe recuperando lo perdido y hundiendo al español en lo que fue, a mi parecer, una de las pocas veces donde hasta el más escéptico se emocionó dentro de su conformismo y recordó por qué le otorgó el dominio del tiempo a Verstappen en esta nueva era.
Ahora bien, estamos en 2024 y tuvimos que esperar hasta la séptima carrera para ver el reloj cambiar su medida. En Imola los minutos se convirtieron en segundos y los segundos no fueron suficientes para lo que muchos fanáticos vieron con la emocionante batalla entre Norris y Verstappen. De repente la infinita carrera pasó a ser finita gracias a esto y los fanáticos no queríamos que se terminara sin ver al de McLaren atacar al Red Bull. Desafortunadamente, el tiempo se esfumó dejando solamente en el recuerdo aquellas vueltas, traducidas en minutos, que de la nada se convirtieron en segundos y luego, el “inesperado” himno.
La vida en sí es una paradoja que nadie nunca logra descifrar, no por lo complicada ni por lo enredada que puede llegar a ser, simplemente el tiempo no alcanza para hacerlo. Esto se traslada a cada una de las cosas que hacemos, dejándonos como resultado un vacío donde no nos damos cuenta del momento en que las “buenas” cosas terminan y las “malas” empiezan. Donde el mejor momento de la Fórmula 1 de repente comienza a ser el peor y que el mejor piloto sea ‘el mejor’ empieza a molestar que lo sea. La solución está en simplemente disfrutar pues cada momento es único y muy difícil de repetir; aunque, en la mayoría de los casos, difícil de percibir a la vista.
El problema: nosotros somos ‘Cronos’ y nuestra paradoja existe en que no nos gusta que el tiempo transcurra como debe hacerlo.
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Nota: las imágenes aquí utilizadas no son de nuestra autoría y su objetivo es acompañar el escrito.
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